La triste realidad ...


Mi vida era normal, mi familia y yo éramos felices, hasta que sucedió algo trágico. Mi padre murió atropellado y el conductor que lo atropelló huyó y nadie se hizo responsable de su muerte. La última vez que lo ví fue un día antes de mi cumpleaños que fue después del atropello. Me pareció que él ya presentía su muerte. Todo lo que hablamos, lo recuerdo claramente:

“-Hija, te voy a traer algo impresionante – dijo mi padre alegre.
-Papá, no importa lo que me vas a traer, sólo me gustaría que toda la familia esté unida- dije alegre.

-Abigail…- sólo decía mi nombre cuando tenía que decir algo muy importante – ¿me prometerías que si me pasara algo, cuidarías de tu mamá y de tu hermano?

-Está bien, pero mejor me voy, o perderé un cliente- comenzó a reír.

-Bueno adiós, papá – cuando se iba a ir, se voltea y me abraza muy fuerte.

-Te quiero hija, nunca lo olvides.

-Yo también papá- lo ví irse y alejarse hasta el horizonte.”


Cuando recordé eso una lágrima empañó mi mirada, ¿por qué le tenía que pasar cosas así a las personas buenas como mi padre? – terminé de decir esto y alguien entró por la puerta.

Era mi mejor amiga Pamela, compartía todo con ellas. Pero todo lo que me sucedió, aún no me lo podía creer, fue tan rápido. Le sonreí, pero esa sonrisa se transformó en sólo una mueca.

-Abigail, no te pongas así a veces las cosas pasan por una razón – me dijo mi amiga triste.

-Pero él no tenía ninguna razón para morir, él era tan bueno – comencé a llorar.

-Abigail, tienes que bajar – me dijo preocupada, me había olvidado que hoy era el entierro de mi padre, cómo podía bajar y ver el cuerpo inerte del hombre que me había enseñado tanto, no, prefería recordarlo como hasta ahora, feliz y el que con su alegría contagiaba.

-No voy a bajar – le dije, aún pensativa.

-Bueno, pero si cambias de opinión estaremos en el cementerio – dijo y con esto mismo se fue

–Pamela, era una gran amiga y un fuerte apoyo para mí, mi mundo se había derrumbado, ahora veía la vida de una forma distinta, este no era un mundo de cuentos de hadas, como creía yo, no, esto era… la triste realidad. Seguía pensando en esto y la puerta comienza a abrirse era… José.

-Amor, me rompe el corazón que estés así. – dijo preocupado.

-No te preocupes, estaré bien. – dije sin expresión alguna.

-Abigail… - esa voz era la de mi hermano mayor, Pablo nos llevábamos con él tan sólo por un año. – No dejes que me lleven… - dijo triste, yo quería llorar pero ya no me salían lágrimas, creo de tanto llorar.

-Pero, Pablo – dijo una voz desde la puerta y se fue acercando.

-No mamá, no quiero ir. – dijo serio y saben, yo lo comprendía, qué chico de su edad querría ver a su padre muerto.

-Mamá, no te preocupes – dije aún pensando – yo le cuidaré.

-Gracias hermanita. – me abrazó y me dio un beso y con eso fuimos a su cuarto, parecía cansado.

-Bueno Pablo, tienes que dormir – le agarré de la mano, lo acosté en su cama.

-Cuéntame una historia, por favor – estaba ahogada en mis pensamientos.

-Abi…. – seguía pensando.

-Abi… - comenzó a gritar y me sobresalté.

-No estás muy viejo para eso – dije asombrada.

-Había una vez… - dije y cuando volteo ya se había dormido.

-La felicidad para siempre no existe – dije para mi misma.

-Abigail… te tengo que decir algo – dijo triste, yo quería saber que era, la curiosidad me mataba…

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